Hoy en el sitio
Omnia Noticias, fue publicada esta nota, un joven compro un tanque ignorando que contenia material radiactivo.
Esto pone en evidencia la falta de control de dichos elementos en nuestro pais, donde se han dado ya varios incidentes de esta naturaleza, entre cuyas lindezas, una de las cosas que causa es CANCER
ALERTA. México carece de un esquema de custodia de materiales
peligrosos y en los últimos cinco años han sido robadas once fuentes
radiactivas ? Investigadores del IPN y UNAM cuestionan a la Comisión de
Seguridad Nuclear y a legisladores por considerar estos hechos como un asunto
menor ? Crónica presenta ésta y la próxima semana una revisión completa del
tema.
[
Primera Parte ]
Once
fuentes radiactivas han sido robadas en México durante la presente
administración, según datos de la Dirección de Protección Civil de la Segob.
Para
especialistas del IPN y de la UNAM es señal de alerta y reflejo de las
carencias en el esquema de seguridad de estos materiales. En contraste, para
las autoridades es un asunto normal, menor.
Los
números van en contrasentido a la postura oficial…
Antes
de 2013, el último robo se había cometido en 1997, conforme a las estadísticas
de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS),
dependiente de la Secretaría de Energía y órgano encargado en el país de
regular y vigilar la compra, operación y traslado de estos equipos.
Los
once casos de ahora equivalen a más de 30 años en el histórico nacional de
robos: sólo se alcanzó tal cantidad de 1981 a 2012.
“Ha
habido una laxitud en torno a la cadena de custodia, en los procedimientos de
resguardo y movimiento de este material, porque es más barato, porque no hay
personal y falta capacitación, el dinero se destina para otra cosa. Garantizar
la seguridad de estas unidades es muy sencillo cuando se siguen los protocolos,
pero en nuestro país se ha perdido el rigor”, dice la doctora Irma Cruz
Gavilán, jefa de la Unidad de Gestión Ambiental de la Facultad de Química en la
UNAM.
“Inquieta
la facilidad con la que se están robando estos equipos, pero más aún que el
gobierno lo minimice. Dicen que no es sencillo abrir contenedores, pero hasta
pepenadores lo han podido hacer. Los procesos han fallado y no sabemos si los
microbuses o artefactos que compramos en la tlapalería pueden tener algún tipo
de radiación. El riesgo para personas, animales, plantas y medio ambiente es
latente”, señala Francisco García Reyes, investigador del IPN, quien presentó
un plan de contingencia sobre el tema el año pasado, en un congreso
internacional celebrado en Colombia.
“Hay
que pedir cuentas a la Comisión de Seguridad Nuclear, ¿dónde están los
legisladores?, ¿por qué no han pedido un informe detallado?, ¿se tiene un
inventario del material? Dos o tres robos ya eran mucho, ¿por qué sigue
subiendo la incidencia?, ¿acaso hay casos que no han salido a la luz?”…
Los
materiales hurtados van desde Americio?241, Berilio Cesio-137, Iridio?192 e
incluso Cobalto?60, uno de los más peligrosos.
En
nuestro país se usan en diagnósticos o tratamientos médicos (hospitales o
laboratorios), radiografías industriales en muros o pavimentos, medición de
soldaduras en tanques de almacenamiento, investigación física y química, y en
procesos de polimerización, esterilización de alimentos, jeringas y material
médico.
DOLOR. Las
historias de afectados por el descontrol de fuentes radioactivas son reales,
como la de Andrés Antonio Velázquez Roldán, quien tenía 16 años cuando estuvo
expuesto a Cobalto 60.
Su pierna
derecha quedó destrozada. Ha sido operado en múltiples ocasiones: primero una
fractura de fémur, luego dos injertos de piel y uno óseo. Sólo puede caminar
con muletas y debe someterse a nuevas cirugías para recuperar su movilidad. La
radiación también le alteró la tiroides, controlada sólo con medicamento
diario.
“Me
siento muy mal al no poder ayudar en nada a mi familia. Mis papás trabajan
todos los días, se preocupan mucho por mí”, dice el muchacho.
En 2013
trabajaba en un depósito de desperdicios industriales, en la comunidad
mexiquense de San Bartolo Cuautlalpan, Zumpango. Lo hacía para solventar
estudios y ayudar a sus padres.
A
principios de diciembre de ese año, sujetos desconocidos llegaron al local y
ofrecieron “una especie de cilindro o tanque de gas”. Ante la ausencia de su
patrón, él los atendió. Compró el artefacto como fierro viejo, a 2.50 el kilo.
Fueron como 200 pesos.
En
realidad, era parte de un equipo de radioterapia en desuso transportado en un
camión de carga robado, mientras se encontraba estacionado cerca de una
gasolinera, en Tepojaco, Hidalgo. El atraco se dio la madrugada del 2 de
diciembre. El chofer y un acompañante tomaban una siesta clandestina: fueron
amenazados por dos tipos armados: los bajaron y se llevaron el vehículo…
“Háblenle
a una patrulla, porque nos acaban de robar el camioncito y traíamos material
peligroso”, alcanzó a decir el copiloto a los despachadores de gasolina.
El
equipo médico para combatir el cáncer había sido utilizado durante muchos años
en un hospital del Seguro Social de Tijuana, Baja California, y era trasladado
a un depósito de desechos peligrosos ubicado en una zona aledaña a la Ciudad de
México.
Aunque
el camión fue encontrado un día después, en Hueypoxtla, Estado de México, ya no
se halló el cabezal radiactivo…
“Yo
trabajaba en un lugar donde se compraban desperdicios: fierro viejo, cartón,
botellas... Un día llegaron a vender esa cosa como fierro viejo”, cuenta
Andrés, hoy de 19 años.
“Un
amigo, mi patrón y yo la cargamos, intentamos separar lo que es el cobre y el
bronce, como a los 20 minutos comencé a sentirme mal, a tener vómitos”.
Después
vinieron las heridas, la piel despedazada o quemada, fracturas, injertos de
hueso, clavos internos…
“Y me
tienen que volver a operar de lo mismo”, refiere él.
Para
reunir el dinero de las cirugías faltantes —16 mil pesos de arranque—,
familiares y amigos organizaron una kermés en la plaza principal de San
Bartolo, apenas en mayo pasado.
Los
Velázquez Roldán son una familia de escasos recursos. En su desesperación,
Andrés se acercó a sus primas, especialistas en bisutería. Hoy dedica varias
horas del día a elaborar pulseras y collares.
“Lo que
busco es recaudar fondos para mis operaciones y ayudar a mis papás en los
gastos”.
A tres
años y medio de la tragedia, persiste el temor en casa.
“Toda
la gente del pueblo sabe lo que mi hermano ha pasado, cuántas operaciones le
han hecho. Al vernos con la presión de la cirugía, los gastos y todo eso
hicimos la kermés, pero siempre hay miedo”, comenta Alejandra Velázquez.
—¿Miedo
a qué? —se le pregunta.
—A
contar las cosas… Andrés es inocente, pero las personas que vinieron a dizque
investigar el robo se hicieron pasar por unos doctores. El miedo también es a
la gente que llega, miente y te quiere perjudicar.
—¿Quiénes
fueron los falsos médicos?
—Ministeriales
del municipio de Tizayuca, en el estado de Hidalgo.
“Si las
autoridades encargadas de cuidar estas cosas radiactivas hubieran hecho bien su
trabajo —señala Alejandra—, nada le habría pasado a mi hermano”…